A menudo me he preguntado de dónde nos viene a l@s terapeutas nuestra vocación…
De siempre se ha dicho que tenemos una gran motivación por ayudar a los demás. Sin duda, es así.
Sin embargo, profundizando un poco en el tema, diría que lo que nos mueve no se limita al simple deseo de ayudar y acompañar.
Durante mi hacer reflexivo creo que he logrado vislumbrar ciertos aspectos o puntos que también podrían encontrarse en la base de lo que nos motiva como profesionales y también como personas.
PUNTO 1: ENTENDER
Nos fascinan las historias de vida. El simple hecho de conocer qué ha vivido cada ser nos resulta interesante. La diversidad de historias, y lo humano de cada una de ellas, nos conecta con el interés que sentimos hacia las personas.
Pero tras ese afán por conocer a los seres humanos y sus problemáticas, se esconde un afán aún mayor mayor; el entenderles.
Much@s psicólog@s, filósof@s, médic@s, psiquiatras y otros filántropos se han ocupado de buscar asociaciones entre las historias de vida de las personas y las problemáticas que “padecen”. Cómo su pasado, en cierta medida, ha determinado su presente.
Igualmente, a l@s terapeutas suele resultarnos de gran interés entender el pasado de la gente y sus repercusiones, así como, en general, entender sus motivos, sus deseos, sus dolores, sus impulsos, también desde el presente…
Cómo diría FREUD, a los seres humanos nos mueven pulsiones. Hablando en términos psicoanalíticos (freudianos), entender esas pulsiones inconscientes y la estructura intrapsíquica que se ha desarrollado en torno a ellas es, sin duda, apasionante.
¿Y qué hay de la oscuridad?
Aquí viene el segundo punto…
PUNTO 2: APORTAR
Ayudar a atravesar la oscuridad no resulta fácil. A menudo necesitamos de un farolillo, una vela o una linterna. Un atisbo de luz que permita guiar a la persona cuando aún no es capaz de percibir su luz propia.
Esta luz que emana en forma de escucha, empatía, aceptación, acompañamiento y técnicas, resulta del proceso formativo del/de la terapeuta, además de su proceso previo de autoconocimiento y autoaceptación, el cual, por cierto, requiere de un trabajo continuo. Se dice que es difícil ayudar a que alguien se acepte a sí mism@ cuando no has logrado un nivel suficiente de autoaceptación con anterioridad.
Así mismo, nuestro propio camino de crecimiento personal nos dirige hacia la capacitación para acompañar a otr@s en el suyo, aportando nuestro bagaje técnico a través de nuestra propia experiencia.
Un pequeño inciso:
Desde el Psicoanálisis y otras corrientes psicológicas, se describe un fenómeno fundamental que se da en el seno de la relación terapéutica: la famosa “Contratransferencia”. Este fenómeno no es más que todo aquello que se despierta en el/la terapeuta como consecuencia del intercambio que establece con el/la cliente en el espacio de terapia, y que tiene que ver, irremediablemente, con su propia historia personal, sus posibles traumas, el tipo de vinculación que desarrolló con sus figuras de apego…
Este fenómeno puede ejercer un impacto en la interacción que se da entre cliente y terapeuta. Por ello, resulta VITAL para el ejercicio de l@s profesionales de la psicoterapia realizar un trabajo de autoconocimiento previo, con el fin de identificar nuestras dinámicas internas, y así evitar proyectarlas en la relación con la persona que atendemos y entorpecer su proceso.
Solo así será posible aportar nuestra experiencia a la persona que acude en busca de ayuda.
Siguiendo con el hilo de este texto….
He identificado un último punto como básico en relación a nuestra vocación como terapeutas, lo cual no implica que no existan muchos más.
PUNTO 3: CRECER
Cuanto habremos escuchado decir eso de que los terapeutas “crecemos” con nuestros clientes/pacientes. Nada más cierto.
Hablando en primera persona, puedo afirmar que detrás de cada trabajo que he realizado con mis clientes he detectado en mi un profundo deseo de crecimiento camuflado. Sin duda, escuchar las historias de otr@s y poderles acompañar en el viaje hacia sí mism@s es, de entrada, un enorme honor, además de un regalo para nuestro propio enriquecimiento personal y proceso de crecimiento.
Resulta que al trabajar con ell@s para que logren sanar su dolor, a menudo sentimos que estamos a la vez sanando el nuestro y avanzando aún más en nuestro camino. Imagino que esto tendrá que ver con el hecho de compartir la condición de ser human@, lo que hace que lo que ell@s sienten nos resuene también en lo profundo de nuestro propio ser.
Crecer como persona y como profesional junto a ell@s se vuelve inevitable, y el sentimiento de agradecimiento tras un proceso de terapia exitoso suele ser bidireccional.
Al fin y al cabo, terapeutas y clientes (o pacientes, como prefieran), estamos tod@s en el mismo barco.
Irene Marcelo
Psicóloga Colegiada P-01792